jueves, 21 de octubre de 2010

Compañeras y compañeros:

Esta madrugada con un pequeño grupo y esta tarde con toda la delegación nos hemos reunido las compañeras y compañeros para decidir cuál debe ser el mensaje principal de esta intervención.

Muchas y buenas palabras hemos escuchado en estos días aquí en San Cristóbal y antes en la Ciudad de México. Claro, también escuchamos algunas barbaridades.

Casi todas se han referido a la crisis mundial y nacional, y a los tiempos ominosos que se avecinan. Ha habido preocupación sincera. Pero también ha habido alegría. Como si cada uno, una, unoa, en individual y en colectivo, supiera que tiene algo con lo que hacer frente a esos temores y horrores. Como si no hubiéramos dejado de tener miedo y pena, pero éstos fueran diferentes. Como si tomáramos ese miedo y esa pena y las controláramos, les diéramos rumbo, destino. Como si de por sí pudiéramos hacer como nos platicaron Mariana, Italia y Norma. Como si supiéramos que va a pasar lo que va a pasar.

Algunos de quienes han expuesto en este Festival, en sus puestos o en sus intervenciones, han mostrado su preocupación por quién, o cómo, o con qué se va a dirigir ese movimiento. Se aventuran estructuras, modos, formas, para ese gran movimiento que seguro habrá de levantarse aún frente a lo más oscuro y perverso. Como seguro se levantará el pueblo Palestino frente al crimen que hoy se comete en sus tierras y contra su gente.

Como zapatistas que somos, pues claro les digo que tenemos mucho contento que las dudas y preguntas que los desvelan y develan ya no son del tipo “¿Será que se puede hacer algo?”, “¿Será que va a pasar algo?”
Ustedes y nosotros hemos visto y sentido esa rabia acumulada.

Pero a nosotros no nos preocupa quién, o cómo, o con qué se va a dirigir esa rabia. Tampoco con qué paso, velocidad, ritmo y compañía. No nos preocupa la velocidad del sueño.

Nosotros hemos aprendido a confiar en la gente, en el pueblo, en nuestro pueblo. Sabemos ya que no necesitan quién los dirija, que se dotan de sus propias estructuras para luchar y para triunfar. Que toman en sus manos sus propios destinos, y que lo hacen mejor que los gobiernos que se imponen desde fuera.
No, a nosotros no nos preocupa la dirección del movimiento. Escuchando ahora al compañero Carlos González, del Congreso Nacional Indígena, vemos que tenemos la misma inquietud.

A nosotros nos preocupa el rumbo y el destino. Nos preocupa lo que nos defina, el modo. Nos preocupa que el mundo que vaya a parir nuestra rabia se parezca al que hoy padecemos.

Permítanos contarles: El EZLN tuvo la tentación de la hegemonía y la homogeneidad. No sólo después del alzamiento, también antes. Hubo la tentación de imponer modos e identidades. De que el zapatismo fuera la única verdad. Y fueron los pueblos los que lo impidieron primero, y luego nos enseñaron que no es así, que no es por ahí. Que no podíamos suplir un dominio con otro y que debíamos convencer y no vencer a quienes eran y son como nosotros pero no son nosotros. Nos enseñaron que hay muchos mundos y que es posible y necesario el respeto mutuo.

Y no nos referimos al respeto que se nos exige que tengamos frente a quienes nos agreden, sino a quienes tienen otros modos pero el mismo empeño de libertad, de justicia, de democracia.
Y entonces lo que queremos decirles es que esta pluralidad tan la misma en la rabia, y tan diferente en sentirla, es el rumbo y el destino que nosotros queremos y les proponemos.

Porque unos pueden hacer declaraciones en contra de los partidos y organizaciones que, dicen, quieren hegemonizar y homogeneizar la Otra Campaña, y a la hora que se critica o se disiente de lo que hacen, entonces sacan los gritos y las descalificaciones.

No todos somos zapatistas (cosa que en algunos casos celebramos). Tampoco somos todos comunistas, socialistas, anarquistas, libertarios, punks, skatos, darks, y como cada quien nombre su diferencia.
Debe haber una palabra para lo que queremos decirles. Y se nos ha ocurrido que bien puede servir la que usó el compañero Jean Robert ayer: “proporcionalidad”.

Los zapatistas, las zapatistas, no nos propusimos con la Sexta Declaración organizar y dirigir a todo México, mucho menos a todo el mundo. En ella nosotros decimos: aquí estamos, esto somos, esto queremos y así pensamos que hay que hacerlo. Y en ella reconocemos nuestros límites, nuestras posibilidades, nuestra proporcionalidad.

En la Sexta no decimos que todos los pueblos indios se entren al EZLN, ni decimos que vamos a dirigir obreros, estudiantes, campesinos, jóvenes, mujeres, otros, otras, otroas. Decimos que cada quien tiene su espacio, su historia, su lucha, su sueño, su proporcionalidad. Y decimos que entonces echemos trato para luchar juntos por el todo y por lo de cada quien y cada cual. Por echar trato entre nuestras respectivas proporcionalidades y el país que resulte, el mundo que se logre esté formado por los sueños de todos y cada uno de los desposeídos.

Que ese mundo sea tan abigarrado, que no quepan las pesadillas que vivimos ninguno, ninguna, ningunoa, de abajo.

Nos preocupa que en ese mundo parido por tanta lucha y tanta rabia se siga viendo a la mujer con todas las variantes de desprecio que la sociedad patriarcal ha impuesto; que se siga viendo como raros o enfermos o enfermoas y raroas a las diversas preferencias sexuales; que se siga asumiendo que la juventud debe ser domesticada, es decir, obligada a “madurar”; que los indígenas sigamos siendo despreciados y humillados o, en el mejor de los casos, enfrentados como los buenos salvajes a los que hay que civilizar.

Vaya, nos preocupa que ese nuevo mundo no vaya a ser un clon del actual, o un transgénico o una fotocopia del que hoy nos horroriza y repudiamos. Nos preocupa, pues, que en ese mundo no haya democracia, ni justicia, ni libertad.

Entonces les queremos decir, pedir, que no hagamos de nuestra fuerza una debilidad. El ser tantos y tan diferentes nos permitirá sobrevivir a la catástrofe que se avecina, y nos permitirá levantar algo nuevo. Les queremos decir, pedir, que eso nuevo sea también diferente.

Éste es el mensaje que queríamos pasarles. Ésta es nuestra palabra.

Muchas gracias a todos, todas y todoas quienes nos hablaron y escucharon y, así, nos contagiaron y se contagiaron de la digna rabia.

¡Libertad y Justicia para Atenco! ¡Libertad, Justicia y Presentación de Presos, presas y desparecidos políticos!

Por los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 5 de enero del 2009.


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