Cuando Jeremy Bentham diseñó el Panóptico (prisión donde el vigilante puede observar a todos sin que éstos adviertan que son observados) en aquel lejano año de 1791 no se imaginaba que más de 200 años después su idea sería más importante afuera de las paredes presidiarias que dentro de ellas. Como genialmente lo ha expuesto John Berger, nosotros vivimos en una prisión, la prisión-mundo. Vigilar y castigar, recordando a Foucault, es el trabajo constante del Poder. el poderoso vigila para castigar porque ésta es su naturaleza, su poder se basa en la represión, la imposición y el castigo ejemplar. En sí, el acto de vigilar a pesar de ser necesario para poder castigar, se vuelve una actividad rutinaria pero no escencial debido a que, sencillamente, se puede castigar sin vigilar (bien). En estos nuestros lugares donde vivimos (Chiapas, México, el sur del mundo) bien entendemos esto último porque aquí para castigar no es necesario vigilar (bien) porque siempre está el recurso de inventar actos, sembrar delitos...
Decenas, cientos de años, hemos padecido de malos gobiernos, opresión, desprecio y represión de todo tipo y en múltiples variantes por parte de los de arriba. Pero no nos acostumbramos. Somos herederos de sangre rebelde y de vez en cuando lo recordamos, las pésimas administraciones gubernamentales de los últimos años han ayudado mucho a que afinemos la memoria. Por todos lados brota la injusticia y se manifiesta en cualquier espacio en donde se fijen nuestros sentidos. la extrema pobreza material, la falta de oportunidades, la desigualdad social, la riqueza que indigna, la violencia económica, política, militar, paramilitar, cultural y un largo etcétera. En esta situación actual que nos imponen desde arriba, la paciencia de la población está cerca de sus límites. En este "Estado de excepción" donde los derechos civiles han sido suprimidos, donde no se puede ser ser (o pensar y mucho menos decir) diferente; donde la diversidad está prohibida porque se corre el riesgo de ser golpeado, hostigado, arraigado, encarceldo, desaparecido (otro largo etcétera); la sociedad civil poco a poco empieza a demostrar su hartazgo. Ya no son sólo grupos organizados, colectivos autónomos, libertarios, anarquistas, quienes expresan su rechazo a este estado de represión, de constante vigilar y castigar en este enorme e inifinita prisión donde se prohibe todo menos dejar de ver el circo y aplaudir a los malos gobiernos.
Vamos a dar un ejemplo de esto que hemos mencionado. En los últimos días hemos sido testigos de la privación de la libertad de Miguel Demeza Jiménez, y Héctor Bautista, a quienes se les fabrican delitos que sólo resultan lógicos dentro de un Estado de excepción y el vigilar-y-castigar es actividad constante. Estos casos son sólo los más recientes y acaso los más conocidos en nuestro contexto geográfico. Habría que buscar, entre las sombras, los casos poco conocidos y no-públicos de hostigamiento, desaparición, represión o arraigo para tener una idea de la magnitud de la represión gubernamental que se vive día a día en nuestra entidad y en general en México y la patria grande, América Latina. Que no nos sorprenda que ese recuento nos lleve a un ejercicio de memoria que aterrice nuestros recuerdos en los tristes días de la Guerra Sucia en México. ¿Estamos hartos? la tarde noche del viernes, dentro de un "toquín" en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, alguien colocó una cartulina "¡Nos persiguen!" que denota que el hartazgo en la población por esta situación política, económica, social (etc), que los de arriba nos imponen se expresa ya en todos los espacios sociales... ¿hasta cuándo?
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